No hay sistema peor planteado que el servicio público de
empleo, es decir, los funcionarios, ojo que en este artículo no estoy hablando
de las personas que sí que se toman en serio su trabajo, estoy hablando de esas
personas que todos conocemos bien, como profesoras de colegio que repiten año tras
año como un papagayo la lección, con verdadera pesadumbre y esperando que se
acabe la clase, en lugar de (como si hacen algunas) aprovechar la oportunidad
de sembrar algo en esas mentes poco cultivadas. A parte de estas profesoras
también me estoy refiriendo a las administrativas, que no me pregunten por qué,
pero se suelen caracterizar por tener algunos kilos de más, llevar gafas y
tener el pelo corto, y que a cualquier pregunta o requerimiento te suelen mirar
con cara de disgusto, como si le estuvieses amargando el día, y te estuviesen
haciendo un favor especial, en lugar de ser conscientes de que trabajan en eso.
Por tanto al hablar de estas personas, lo hacemos sabiendo
que han sido el producto de años y años de una falta tremenda de incentivos,
hasta hace bien poco (ahora algunos por desgracia sufren la consecuencia de la
crisis), todo el mundo creía que iba a estar en ese puesto toda su vida, por lo
que no se veían motivados a realizar un desempeño original, currado o innovador
de su trabajo, para ser visto bien por sus superiores, ya que esos mismos superiores compartían esa
visión de vida laboral.
Y para colmo conozco varios casos de personas que trabajan
de funcionarios que no les asignan mucho trabajo, ya que puede ser estacional,
por periodos o simplemente con el avance de las nuevas tecnologías hay mucho
menos trabajo humano, y se sigue repartiendo entre las mismas personas. Casos
en los que hay diez personas trabajando, en las que fácilmente podrían hacer el
trabajo dos de ellas. Estas personas tienen ganas de trabajar, porque al
principio todos pensaremos que está bien eso de no trabajar las ocho horas y
estar mirando las musarañas, pero pasado un tiempo abruma el aburrimiento, ya
que el cerebro quiere estar en movimiento. Por lo tanto el estado nos vuelve a
mostrar cómo es extremadamente ineficiente, y las posibles soluciones es la
creación de un país sin estado, como apuntaba en mi artículo “países sin estado”,
por lo que no habrá funcionarios. U otra solución o como complementaria hasta
que todos esos funcionarios se hayan jubilado, es la flexibilización de los
funcionarios, es decir poder pasar “x” funcionarios de un departamento a otro en
función del trabajo.